De principios y prejuicios
Texto 1: Texto argumentativo sobre principios y
prejuicios relacionado con una historia bíblica
“No por mucho madrugar amanece más
temprano” escribía enloquecido una y otra vez Jack Torrance en El Resplandor.
Desde los refranes de tradición popular hasta las leyes configuradas por los
altos dignatarios y magistrados, se basan en principios y prejuicios.
En la Biblia relata Samuel 17:46,47
que cuando Israel estaba en guerra con los filisteos, estos desafiaron al
pueblo israelí a que un solo hombre se enfrentara al líder de su ejército, un
gigante llamado Goliat. David, un pequeño pastor, escuchó el desafío y se
ofreció para derrotar al temido gigante, como diría el premio Nobel de
literatura del año 1913 Rabindranath Tagore: “La verdad no está de parte de
quién grite más”. Sin miramientos, estampó una piedra en la frente de Goliat y
cuando éste cayó derrumbado, le cortó la cabeza. Para los hebreos éste es un
momento crucial que los define como nación autónoma, pero lo más importante de
esta hazaña es que desvincula los principios de los prejuicios porque David no
se dejó llevar por la creencia de que cuanto más fuerte es el rival más difícil
es la victoria.
No quiero decir que estos dos
conceptos no se puedan diferenciar, pero el racismo es un prejuicio, la
homofobia es un prejuicio, el machismo es un prejuicio, y a la vez todos ellos
son principios. Sin ir más lejos, un cura está en contra de las bodas
homosexuales porque la Iglesia no las contempla como algo natural. Este señor
no es partidario de estos actos porque se rige por unos principios que le han
inculcado en su educación religiosa pero a la vez se está rigiendo por el
prejuicio de que los homosexuales no pueden llevar una vida normal.
Un
anónimo decía que la gente con prejuicios solo ve aquello que coincide con sus
prejuicios. Por otra parte, Enrique Rojas decía: “Algunos confunden no tener
tabúes con no tener principios”. ¿Acaso ambos no nos están diciendo que los
prejuicios no son más que principios, que ambos conceptos son complementarios?
La
palabra prejuicio viene de las palabras latinas prae y judicium
que quieren decir antes del juicio, definición muy aproximada a la que nos da
la RAE: “Acción y efecto de prejuzgar”. Principio, por su parte, viene del
latín principium, formada por primus (el primero), capere
(capturar, agarrar) y el sufijo –ium (efecto o resultado en sustantivo).
Mientras que la definición que da la RAE es: “Norma o idea fundamental que rige
el pensamiento o la conducta”. Ambas palabras sostienen su definición en la
idea de anterioridad, ya sea a la hora de juzgar o referente a la manera de
pensar. Como había dicho anteriormente, desde la persona más loca o ingenua
hasta la más culta se rige por principios, o lo que viene a ser lo mismo,
prejuicios.
Retrato de un figurón
histórico: Aquiles
Texto 2: Texto
descriptivo sobre un personaje mitológico
Aquiles era hijo del
mortal Peleo y la diosa Tetis. Como su nombre bien indica, es una combinación
de ἄχος (‘dolor’, ‘pena’) y λαός (‘pueblo’, ‘tribu’, ‘nación’). En otras
palabras, el héroe de las penas.
Desde que su madre lo
sumergió en la laguna Estigia pero olvidó mojar el talón por el que lo sujetaba
dejándolo vulnerable en ese punto, Aquiles se volvió inseguro y acomplejado.
Nunca le gustaron las batallas, desde pequeño lo que quería era participar en
las Olimpiadas, en realidad es por eso que le llamaban pies ligeros y no por
ninguna otra leyenda relacionada con el gigante Dámiso. Aquiles, de rasgos
nórdicos pese a haber nacido en la Península Balcánica, tenía una espléndida
melena de rizos rubios con la que deslumbraba a todos sus oponentes. Elásticos
como un muelle, ondeaban al compás de sus movimientos, haciendo de cualquier
batalla una bella escena y desprendiendo el olor del dios cristiano; un olor a
incienso, un olor a madera de tilo, un olor a polvo de canela y salitre. Sus
facciones, perfectamente simétricas y hermosas, provocaban confianza hacia
cualquiera que se le acercara, enemigo o no. Nariz de corte griego, ojos
cálidos como la luz del día y mirada fría como un témpano de hielo. Su torso,
tan bien esculpido como el de David de Miguel Ángel, podría exhibirse en la Galería de la Academia
de Florencia. De extremidades fuertes y robustas como un roble,
no había dios ni ser humano que lo pudiera tumbar. Todo su cuerpo era fuerte
como el de un atleta, pese a que sólo mostraba una pequeña parte de la fuerza
con la que contaba nuestro hombre. Sus movimientos eran rápidos y elegantes, su
voz imponente derrumbaba muros y hacía retroceder a los ejércitos.
Aquiles fue criado por
el centauro Quirón en el monte Pelión. Quirón los alimentó con fieros jabalíes,
entrañas de león y médula de oso para aumentar su valentía; además, les enseñó
el tiro con arco y el arte de la elocuencia. La valentía con la que contaba fue
demostrada en numerosas ocasiones, pero toda la fuerza que transmitía su
físico, no era compartida con su mente. Tener que dedicarse a algo que no lo
satisfacía, lo convertía en una verdadera personificación de la pena. Pena que,
a su vez, se transformaba en ira. Según narra la Ilíada, Aquiles era el único
mortal que experimentaba la cólera trivial, característica de los dioses, una
ira a veces vacilante y otras veces absoluta. Esto explicaría su constante mal
humor, la crueldad que empleaba en las batallas y el acto a sangre fría de
arrastrar por el campo de batalla durante nueve días el cuerpo ya sin vida de
Héctor.
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