La verdad es que hace mucho tiempo que
no escribo todo aquello que me pasa por la cabeza sin filtros. Antes
de abandonarlo por falta de tiempo y motivación, mi blog me ayudaba
en esos momentos en los que necesitaba desahogarme pero no encontraba
oídos que quisieran escuchar "mis rayadas". La gente que
me conoce bien, sabe que no me gusta contar mis problemas, que me los
guardo y los intento camuflar restándoles así importancia, pero las
pocas veces que he conseguido abrirme un poco, me han advertido que
al final estallarían de golpe. Sinceramente, me considero lo
suficientemente fuerte como para que eso no pase, sin embargo, si que
llegan determinados momentos en los que siento que necesito parar y
reflexionar sobre lo que me está pasando por la cabeza (y corazón)
y así empezar a actuar de una manera mínimamente lógica, coherente
y consecuente. Este es uno de esos momentos.
Tengo muy claro que soy una persona
bastante inestable sentimentalmente hablando. Quizás suena a excusa,
pero todas las personas que he considerado importantes lo son.
También reconozco que este año me he sobrepasado bastante, he
pisoteado muchos principios que creía tener y he dado rienda suelta
a mis sentimientos y pasiones sin importarme las posibles
consecuencias que estos pudieran acarrear.
Ahora mismo me encuentro como un pirata
cuya brújula se ha roto y no sabe qué dirección debe tomar. Tengo
muchos frentes abiertos, a cuál más conflictivo y misterioso y, al
contrario de lo que la mayoría de gente sentiría, a mí me producen
curiosidad. No sé si mi brújula se arreglará antes de que acabe
atracando en el puerto equivocado o si la marea me llevará hacia esa
isla llena de joyas y tesoros, lo único que sé es que tantos palos
me han enseñado a aprovechar cada pequeña oportunidad que se me
presenta en la vida, porque por mucho dolor que me produzcan sus
posibles consecuencias, siento que ese sufrimiento nunca llegará a
tener el calibre de todo aquello por lo que he tenido que pasar.