No sé por qué me gustan tanto los espejos y los espejismos.
Sé que a los diez años me apasionaban los trucos de magia.
Yo intentaba hacer esos trucos delante de un espejo, tal como aconsejaba el manual: “Ponte delante de un espejo”
Al igual que a Nabokov, yo tampoco sé por qué me gustan tanto los espejos. Lo único que sé es que quien me mira a través del espejo, como Alícia, me sonríe tras reflexionar.
Y lo encontré contigo en las entrañas de la noche,
cuando el cielo escucha carcajadas enormes.
De fondo sonaba LOL, no era ni alguien Laughing Out Loud ni alguien jugando al League Of Legends aunque por su apariencia de chico de instituto no sería motivo de sorpresa. No, era una canción de Love of Lesbian que llenaba de magia y misterio aquel pequeño pero acogedor piso del Eixample; el aura que se respiraba en la habitación era la misma que desprendía aquel chiquillo. Quizás debería estar estudiando para la selectividad, pero su cabeza poblada de rizos perfectos estaba más ocupada por liar perfectamente el cigarrillo de la felicidad que íbamos a compartir. La verdad, cómo, cuándo y dónde nos conocimos es lo que menos importa. Lo que de verdad interesa es que después de hacer peyas en la universidad para pasar más de cuatro horas en un bar muy bien camuflado en un callejón hablando sobre conspiraciones, Egipto y formulando teorías filosóficas en el fondo de una taza de café; se despidió de mí al estilo Hollywood antes de que partiera el tren que me llevaba a algún lugar y me pidió que, si quería, durante el fin de semana podíamos echar una partidilla a los toros en la wii. Y de este modo acabé en ese universo paralelo situado en dicho barrio de Barcelona.
El aspirante a fotógrafo estaba haciendo de su habitación una pequeña Londres, con niebla incluída, la cual nos escondió del descarado objetivo de la Kodak que nos espiaba mientras él, sin previo aviso, se giró y me besó.
Cuando el sol se coló entre la persiana que con alguna que otra dificultad había intentado bajar el pequeño artista embriagado por la fantasía envuelta en papel de liar, se cortó el hilo que, como diría Murakami, nos unía por el dedo meñique.
Y aquí sigue mi obsesión, entre incendios de nieve y calor, y calor...Y pienso en Bonnie & Clyde, no se quisieron rendir, mientras tú y yo, la noche eterna, sin fin.
Si algo me está enseñando la vida es que siguiendo la teoría cineticomolecular, funcionamos como los gases: todo sale mejor si no está bajo presión, hay que dejar que las cosas sucedan a su aire...
I missed the last bus, I'll take the next train
I try but you see, it's hard to explain
I say the right things, but act the wrong way I like it right here, but I cannot stay
Me gusta la noche. Mientras a otros les
asusta, les crea incertidumbre e inseguridad, a mí me da confianza. Es el
momento del día en que la gente se muestra tal como es. Quizás porque está
oscuro y deja al lado sus complejos marcados por la sociedad, o a lo mejor
porque el hecho de que haya menos gente merodeando por la calle les da más
intimidad (todo el mundo cambia mucho de puertas para afuera)…
Lo que sí que sé, es que las chicas en la
discoteca se sienten divas, los chicos en un arrebato muy posiblemente causado
por la embriaguez, dejan a un lado su orgullo y muestran sus sentimientos
enseñándonos que son capaces de querer, los amantes que durante el resto del
día niegan rotundamente su relación, se aman, los niños se sumergen en el mundo
de Morfeo y cumplen todos sus deseos, los adultos dejan atrás el estrés que han
acarreado durante todo el día y se relajan, y yo, envuelta de tanta paz y
sinceridad, me siento cómoda y arropada por este mundo que, irónicamente,
parece que nos da los peores palos de nuestra vida cuando brilla el sol.